Nosotros, los que tuvimos una infancia y adolescencia entre los años 70s y 80s, ¿Cómo es que logramos sobrevivir? Buena pregunta…
¿Cómo logramos pasar del Siglo XX al XXI sin tantas medidas de seguridad, comiendo cualquier cantidad de garnachas y socializando gran parte del día en las calles?
No existían los cambios de horario –adelanta tu reloj una hora, en unos meses réstasela, no habían alarmas para terremotos, no existía la leche deslactosada en la tienda ni tampoco había nacido la generación “Light” para las musas de Botero. Las gordas eran gordas y punto, Jane Fonda no había grabado su video de aeróbics.
Si te portabas mal el Tío Gamboín (Ramiro Gamboa) te borraba de la lista de sobrinos y estabas “frito” y, si la travesura había sido de gran calado, te hacías acreedor a unos cuantos cinturonzazos para dejarte las nalgas como mandril.
Era impensable tutear a tus padres o mayores, y mucho más arriesgado contestarles como lo hacen ahora los niños o adolescentes: con groserías o palabras del léxico de Alvarado. Esa acción suponía una seria “madriza” de parte de tus padres e inclusive maestros.
No existía Discovery Kids, Disney Channel, Cartoon Network o Disney Capo, sólo programas de contenidos blancos, sin tanta sangre. Aunque la barra para niños, hay que reconocer, estaba (y sigue) plagada casi en su totalidad de tonterías, inclusive en aquellos años, Chabelo ya tenía un buen lapso repitiendo las mismas tonterías.
Los juegos eran en vivo y a todo color, desde cascaritas de fútbol callejero, “tochitos”, hasta las inmemoriales “matatenas”. Por las calles, uno podía andar en su patín del diablo o patineta, esquivando señoras, coladeras, botes de basura o teporochos. No existía el Bullying y Elba Esther Gordillo estaba en los albores de su carrera delictiva.
También, a final de cuentas, en los autos no teníamos la costumbre de usar los cinturones de seguridad en la parte trasera, quizá muchas veces los había pero no servían. Íbamos siempre cantando rolas para amotinar a nuestros hermanos o amigos. Puede ser que muchas veces, nuestros padres terminaran con tremendo dolor de cabeza. No había respaldos para la cabeza, coderas o bolsas de aire. ¡Íbamos totalmente sueltos en el asiento trasero haciendo aquella interminable fiesta y eso no era peligroso! En otras ocasiones, alguno terminó pegado al vidrio trasero como “Garfield” por un repentino frenón.
Nuestras camas (literas) tenían enclenques escaleras, los juguetes eran decorados con un sin fin de colores y con piezas que se soltaban o caían al menor empujón. La mayor de las veces, estas camas estaban pintadas con una capa de pintura de dudosa procedencia, conteniendo cualquier cantidad de tóxicos y venenos que en esta época sería impensable utilizar o conseguir. Estas camas o literas, eran la mejor plataforma para realizar nuestros saltos y clavados de 2 y media vueltas al frente con dificultad 4. También las paredes de nuestras habitaciones estaban pintadas de colores que volverían “loco” a cualquier psicólogo en la actualidad. Había mucho rollo psicodélico en aquellos cuartos. Algunos de ellos, contenían paredes atestadas de póster o afiches de un lapso rebelde: el Che Guevara, Gandhi, Flayers del Polimarch, SuperVerb, la Changa y, en otros casos, pinturas realizadas en papel fosforescente con aerógrafo. También hubo las paredes decoradas con murales efímeros, llenas de mocos que asemejaban una futura realidad 3D en verde o café, según fuera el caso.
No existían o no se habían inventado los seguros para niños en las puertas de los coches, ni se acostumbraba el poner llave o candados en los estantes de medicinas, detergentes o sustancias peligrosas.
La gente andaba en bicicleta para allá y para acá, sin casco, guantes, rodilleras o coderas, luces de noche, foquitos o franjas luminosas que advirtieran a los cafres de nuestra presencia.
Bebíamos agua de la llave, del caño, de una manguera, de una fuente o de un pozo y no aguas embotelladas y esterilizadas como Electropura, Cristal o de tlacote “puro”.
Armábamos aquellos famosos carritos de ruedas de balero. Aquellos a quienes les tocó la suerte de vivir cerca de una calle con bajada asfaltada, podían atentar contra las normas actuales de seguridad, batir records de velocidad y hasta verificar en medio del camino, que se habían gastado la suela de los zapatos, los cuales, eran usados como frenos. Era gracioso comprobar que al final del trayecto, las suelas habían valido “madre” y estaban descalzos. Después de algunos accidentes, todos los problemas estaban resueltos sobre ¡El arte de irse de bajada en un carrito sin morir en el intento!
Íbamos a jugar en la calle con una sola condición: volver a la casa antes de que oscurezca. No había celulares, vipers, ni radios de alcance largo o medio ¡Y nuestros padres no sabían en dónde estábamos! realmente ¡Era increíble! Teníamos clases en la tarde o la mañana, e íbamos a comer a casa. Cuando teníamos piojos usábamos tequezquite, aceite de coco, hueso de aguacate en polvo, o Jabón del Perro Agradecido.
Muchas veces hubo brazos enyesados, dientes partidos, codos rasgados, cabezas peladas, etc., ¿Alguien se quejaba de eso? No. Todos tenían razón, menos nosotros...
Comíamos muchos dulces a voluntad, chicles Motita, Canguro, chocolates Almonrís, pan con mantequilla, Coca Cola o Pepsi Cola, bebidas con peligrosas cantidades de azúcar. No se hablaba de obesidad, o alimentos chatarra, jugábamos siempre en la calle y éramos súper activos.
Compartíamos con nuestros amigos una Coca o un Barrilito comprados en aquella tienda de la esquina, y nunca nadie murió por eso, sólo las tiendas que fueron exterminadas por los OXXOs.
Nada de Wi, Playstations, Nintendo, X boxes, juegos de vídeo , internet por satélite, Wi-Fi, DVD, Dolby surround, celular con cámara, computadora, chats en internet, Facebook o Twitter, sólo amigos “reales” y, si queríamos algo diferente, teníamos que “discar” (palabra medio rara actualmente) un teléfono hecho de pasta.
¿Quién no tuvo un perro Firulais? Nada de croquetas Pedigrí o Campeón. Comían la misma comida que nosotros (muchas veces los restos) ¡Y sin problema alguno! ¿Baño caliente? ¿Champú? ¡Nada de eso! Uno agarraba al perro y otro con una manguera (con agua fría) le iba echando el agua y refregándolo con (créanlo o no) jabón. Y era jabón de barra ¡De lavar la ropa! El famoso jabón Zote ¿Algún perro se enfermó o murió por causa de ello? No lo creo.
Y faltaría añadir el olor de los LPs, del spray para limpiarlos, de la sensación de escuchar el roce de las agujas de diamante sobre los vinilos...
Teníamos libertad, fracasos, éxitos y deberes, y aprendimos a lidiar con cada uno de ellos. La única verdadera pregunta es: ¿Cómo los chavos consiguieron sobrevivir? después de todo ¿Cómo conseguimos desarrollar una personalidad propia? Una personalidad NO alienada con la tele, las campañas y toda esa basura. Teníamos la clase de personalidad que nos podía asegurar el fabuloso poder de “transmitir” nuestros problemas y dudas a los amigos y padres. Ahora, las generaciones, recurren al Facebook o al Twitter para decir: “Me siento mal” para que sus seguidores les lancen un “no te preocupes” “Inbox!”, o hasta el tonto “Like”, etc. Creo que perdieron la capacidad de “dialogar” como nosotros: Frente a frente.
¿Qué es lo que paso? Pues lo que pasó es que "se salió el duende de la botella" (la fantasía e imaginación) y ya no hay forma de regresarlo...
¿Cosas del pasado muy pasado? ¿Eran otros referentes? No lo sé…
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