sábado, 1 de septiembre de 2012

La enseñanza de la música infantil en Yucatán



Yucatán, no ha dejado de buscar las condiciones adecuadas para logar el desarrollo infantil a través del arte y las tendencias estéticas contemporáneas en todos los ámbitos que ello implica: la música contemporánea, el teatro, la danza, las plásticas, etc., desde sus pasos multidisciplinarios, interdisciplinarios hasta la consecución de una intradisciplina en todas sus áreas.

Dentro del Centro de Música José Jacinto Cuevas (CEMUS), tenemos a el Centro de Iniciación Musical Infantil (CIMI), el cual ha buscado afanosamente una especialización en las tendencias multimedia y en los nuevos caminos de la música electroacústica, electrónica y multitímbrica a través de la creación y diseño de nuevas aplicaciones o novedosos programas, los cuales, han contribuido en gran medida para disminuir la brecha cualitativa y sustantiva, con el quehacer musical infantil de otros países de primer mundo.

La constante actividad del CIMI-CEMUS, a propiciado la necesidad de crear nuevas propuestas curatoriales –musicalmente hablando- en sus programas para que integren la mayor parte de las tendencias artísticas, son propuestas que han sumado desde el arte tradicional, hasta el conceptual, sin dejar a un lado el movimiento Beat, la singularidad de los caminos jazzísticos infantiles o juveniles con su metalenguaje, las muestras constantes de grupos infantiles y juveniles con festivales como el de “José Rubio Milán”, o los constantes “sitios” que sus músicos han ejercido en distintos foros o espacios; las conexiones generacionales de la danza y ritmos antillanos, el ballet en su conjunto orquesta-danza, música-espacio, hasta la explicación y ejemplificación del simbolismo, transitando por las tendencias más descabelladas, que en suma, nunca vulneran las tradiciones que dan partencia a los niños y jóvenes. Llegamos a elaborar programas de mano bidimensionales, tridimensionales, arte-objeto, amén de las máscaras que los niños ocupan para sus óperas, que son y fueron cosa de todos los días (si Lecoq las viera, enmudecería). La plasticidad de la música ha evolucionado a pasos vertiginosos en un lapso de tan sólo 10 años, apostando no solamente por el stablishment, sino creando toda una estructura que dota de legitimidad sus aportes a la cultura contemporánea de nuestro Estado o, si se quiere observar desde un caleidoscopio, la contracultura. Las artes musicales casi le han ganado la batalla a las “caguamas o misiles”, las propuestas son frescas y con temas cotidianos que van más allá de la lógica del adulto. Partiendo del minimalismo o de motivos celulares, los niños que estudian música y la recrean, construyen la puesta en escena de su futuro a partir de sus propios conocimientos y del cómo perciben su tiempo.

Esta moción musical que hemos llevado a hospitales, escuelas, universidades, municipios o espacios no convencionales, nos confronta a diario, nos cuestiona sobre el cómo, el cuándo y el por qué, no tenemos todos los elementos para mitigar el sufrimiento de los niños, que de clase en clase atendemos con actividades diseñadas y rediseñadas con el día a día, para acercarles el arte de la música en todas las formas posibles; ¿Cómo los podemos ayudar? Quizá un poco de músico-terapia, dos toneles de acordes, media cucharada de notas y una pizca de emoción, para encontrarse después con que la magia áulica se quedo vacía, de que el genio de la infancia se salió de la botella y ya no se puede regresar…y la frustración de saber que las ganas y la risa no pudieron más que el padecimiento, la necesidad inmediata de subsistencia y, el acatamiento subyugante que el hambre ejerce en sus caritas pigmentadas por las huellas de la estrechez, y es que por desgracia, la niñez se volvió blanco de casi todas levas que la miseria lleva a cabo. 

Los niños con síndromes y capacidades diferentes, se integraron en el CIMI-CEMUS en casi todas sus clases, quizá para firmar el pacto que el futuro les depare, o que nosotros impongamos. ¿Acaso hemos analizado que todo el sistema educativo se ha forjado desde nuestras fortalezas? Llevan décadas en la SEP legislando “a favor de ellos”, pero sin ellos ¡Qué ironía! Sin embargo, con la música intentamos integrarnos a cada uno de ellos, con sus propias particularidades, lo cual nos hace parecer desde lejos, un cuadro de puntillismo: uno niño apostado en la rampa, otros más por acá, una mochila por allá, un grupito caminando de puntas por los pasillos y, muchos espacios y salones con jóvenes o niños amotinados, luchando para incorporarse en todas las disciplinas que la música pueda imantarles.

Tenemos músicos geniales –que no cirqueros- (algunos los llamarían Child Challenger), nacidos para dilapidarle a las musas hasta el último sonido. Es quizá, el semillero más grande del país de los sonidos, porque a pesar de no contar con toda la infraestructura, lo hacemos con amor, y es que aquí no cabe la sentencia “con mucho amor”, amor lo engloba todo y, si le añadimos música, puede que el sendero quede libre para que los niños sean “alguien”.  De TODOS nosotros depende.

El mejor juguete de un niño es... otro niño -Rafael Soriano