El hombre que intentó
asesinar a Díaz Ordaz
El 5
de febrero de 1970, Gustavo Díaz Ordaz, presidente en turno de aquel sexenio
a punto de concluir, casi fue blanco del ataque perpetrado por un solo hombre.
Por increíble que parezca, el perpetrador de aquel intento de asesinato, hoy
esta libre y es un indigente de 72 años que deambula por las calles de la
colonia Cuauhtémoc en la ciudad de México y, para sobrevivir, pide limosna a los transeúntes. Su
estado de salud ya no es muy bueno que digamos, sin embargo, y a pese a ello,
es un hecho muy raro que aun este con vida después de intentar atentar contra la vida de
un presidente, sobre todo en aquella época.
Carlos
Castañeda de la Fuente, un mecánico con 29 años de edad en aquel año de 1970, intentó
asesinar al ex presidente Gustavo Díaz Ordaz un jueves 5 de febrero de 1970.
Tras haber fallado en su intento, estuvo encerrado a “cal y arena” durante 23
años en un área especial del hospital psiquiátrico Doctor Samuel Rodríguez
Moreno, dicha área era denominada “la granja”. Para ello, se construyó un sitio especial para su estancia en el psiquiátrico: el pabellón 5. Este hospital
tenía apenas 3 años de haber sido construido en la Colonia Santa Catarina
Yecahutzotl en la Delegación Tláhuac.
El
magnicida o héroe –según se le quiera ver- se mantuvo casi siempre aislado, es
decir, casi completamente solo en este sitio de 2 x 2 metros por el fallido intento de
homicidio en contra Díaz Ordaz. Durante todo el tiempo que estuvo encerrado, se
mantuvo con un férreo régimen de lecturas bíblicas. Según relata él mismo,
recuerda haber estado leyendo día tras día los pasajes de la Biblia con la
única excepción de los momentos en que fue sujeto de interrogatorio, vejaciones o torturas de la policía. Relata que el suplicio duró más de ocho
años, además de los experimentos de los que fue objeto, o en el mejor de los casos, cobaya para probar distintas drogas que le fueron suministradas a la fuerza.
Carlos
Castañeda cuenta que en un arrebato de enojo e impotencia, generado por la
matanza ocurrida en la Plaza de las Tres Culturas en
Tlatelolco y el Casco de Santo Tomás,
trato de tomar venganza por la matanza y desaparición de muchos de estudiantes acaecida el
2 de octubre de 1968.
Castañeda
consideraba que entre el discurso y la realidad del presidente Díaz Ordaz y su
secretario de gobierno Luis Echeverría, existían muchas discrepancias. El
hartazgo llegó a colmar su paciencia, porque decía que inclusive después de la
matanza del 68, el cardenal Garivi Rivera hizo pública una felicitación al
presidente de la república. Lo que sólo confirmaba la complicidad entre
gobierno e iglesia, la cual siempre fue más cercana al
régimen de Díaz Ordaz.
Las
razones para fraguar el atentado, comenzaron a tomar forma desde 1968.
Castañeda dice haber asistido a las manifestaciones sin ser parte activa en
ellas, tan sólo un espectador y, por increíble que parezca, lo vio en
ellas lo llevo a delinear en su mente las acciones necesarias para acabar con
la vida de Díaz Ordaz. Más increíble resulta que el mismo Castañeda era
priísta, pues se afilió al partido el 19 de mayo de 1961 con la credencial 5883
como miembro del sector popular.
Carlos
Francisco Castañeda de la Fuente
nació el 2 de mayo de 1941. Era parte de una familia que estaba conformada por
cuatro hermanos. Cuenta que en 1958, su madre Carmen de la Fuente murió de
leucemia, y en 1963 su padre, Cástulo Castañeda falleció a causa del cáncer.
Aparentemente su parto se adelantó y "nació en la calle golpeándose la
cabeza". Desde niño se le describió como "tímido e introvertido,
medroso y evasivo". Desde su infancia y hasta su aprehensión vivió en una
vecindad de la colonia San Rafael, conviviendo con sus padres y hermanos hasta
antes de 1968. Fuentes cercanas a la familia dicen que sus padres fueron cristeros.
Debido
a las carencias en casa no pudo continuar estudiando, por lo que no le quedó de
otra mas que trabajar: primero en una tienda de abarrotes y más tarde en un
taller mecánico.
Paso
por su mente tomar los hábitos y dedicar su vida a la iglesia, por lo cual estudió inglés durante dos años en el Instituto Metropolitano, el
cual estaba situado en la calle de Río Tiber. En 1967 y con 26 años, ingresó a
la secundaria nocturna número 18. En 1968 conoció en esa escuela a otro
estudiante de nombre Manuel Vázquez Montero, el cual era dirigente de Acción
Católica de la Juventud Mexicana (ACJM). Fue él quien se ofreció para
presentarle a un obispo que llegaría a las oficinas de la ACJM, con el objetivo
de facilitar su ingreso a un seminario en el estado de Oaxaca. Sin embargo,
Castañeda desistió ingresar al seminario, pues consideraba que “la Iglesia permite matar cuando es en
beneficio de ella misma, aunque no lo promueve."
Relata que la idea de matar al presidente "nació
en él cuando leyó el libro denominado Héctor, que le fue regalado por Manuel
Vázquez Montero, a efecto de que estudiara los antecedentes de la revolución cristera
de 1926", según indicó en la declaración que Castañeda de la Fuente
hizo ante la Dirección Federal de Seguridad, la extinta DFS.
Mostró
el libro durante su comparecencia inicial, aclarando que los párrafos subrayados y marcados fueron hechos sólo por él.
Quedó
asentado en su declaración: "consideró
que el principal responsable de las matanzas ocurridas era en primer lugar el
señor presidente de la República, pero que también tenían responsabilidad otros
funcionarios del régimen. A partir de entonces comenzó a germinar en su mente
la idea de asesinar al primer mandatario y, si lograba escapar, continuaría
planeando y cometiendo iguales actos contra otros funcionarios, pensando que el
siguiente podía ser cualquiera de los licenciados Luis Echeverría Álvarez o
Alfonso Corona del Rosal, y posteriormente algún diputado o senador". Habría que recordar que “la cola” de acciones posteriores era muy común de la
DFS.
También
dice haber acudido a las manifestaciones de 1968, en las cuales escuchó pedir
la libertad de luchadores sociales y presos políticos como Demetrio Vallejo y José
Revueltas, pero jamás tomando parte activa en los otros actos (Casco de Santo Tomás).
El
detenido dijo "que le calaba muy hondo el problema social que entrañaba el
movimiento, lo cual se agudizó cuando intentó de manera infructuosa inscribirse
en el Instituto Politécnico Nacional", en la vocacional Wilfrido Massieu.
Este
hombre que un día fue la noticia más sonada de aquellos tempestuosos días en
febrero de 1970, en pocos meses fue literalmente borrado del mapa colectivo. Casi todo el expediente de este personaje, fue destruido o borrado parcialmente y no existen muchas
pruebas: expedientes médicos parciales, fichas de ingreso ni nada acerca de sus
tormentosos 23 años de aislamiento en aquel nosocomio. Hubo “línea” para borrar
su existencia en éste país. Tuvieron que transcurrir 43 años para que su
historia salga a la luz pública. Sin embargo, a pesar de estar en libertad, su
condición de vagabundo, sólo ha servido para que pase desapercibida su
historia.
Una mañana de febrero de 1970, Carlos Castañeda salió del departamento que ocupaba
en el número 24 de la calle Velázquez de León número 80, en la colonia San
Rafael alrededor de las 10:45 de la mañana. Ese día, el presidente Díaz Ordaz
tenía programado un recorrido con motivo del 53 Aniversario de la Constitución.
Él se enteró de ello esa misma mañana porque lo leyó en el periódico El
Universal. En su relato, cuenta que había como 100 soldados, guardias
presidenciales y mucha gente haciendo valla desde Insurgentes hasta el
Monumento a la Revolución. En dicho recorrido, el entonces presidente, pasaría
por el Hemiciclo a Juárez y el Monumento a la Revolución. En éste último sitio,
Carlos Castañeda se apostaría para esperar el paso de Díaz Ordaz. Llevaba
consigo un pequeño maletín de plástico en donde guardaba una pistola Luger
calibre 38, la cual adquirió por 900 pesos con los ahorros de todo un año. En
el maletín también se le encontró un documento o manifiesto de 6 hojas. Curiosamente, al salir de su departamento, Castañeda depositó en el buzón del correo, un "manifiesto" que contenía lo que ha su juicio, eran las razones para cometer aquel asesinato.
Carlos
Castañeda, un hombre con 79 kilos y 1.66 metros, se vio imposibilitado para
quedarse en el Monumento a la Revolución debido a la excesiva cantidad de
gente, lo cual le impedía tener una posición privilegiada como él había
planeado, por que optó por colocarse en otro sitio: la esquina de
Insurgentes y Gómez Farías. Cerca del mediodía, alrededor de las 11:45 de la
mañana, cuando se acercaba lentamente un auto que él pensó que era en el que viajaba el presidente, y atrás de él, quizá toda su comitiva, se preparó. En aquel instante, Carlos Castañeda sintió subir la
adrenalina, pues el auto iba acercándose cada vez mas. Se estaba haciendo
realidad la oportunidad tan anhelada. Cuando el auto ya estaba frente a él,
quizá sólo 8 metros le separaban de su objetivo, Carlos sabía que ese sería
el momento –su momento- o nunca más podría volverle a tenerlo tan cerca. Dentro
de su maletín accionó el arma y disparó su Luger contra el auto en el que Carlos
Castañeda pensó que viajaba el presidente Díaz Ordaz. Se equivoco: en el auto
contra el que disparó, viajaba el secretario de la Defensa, el general
Marcelino García Barragán. El disparo pegó en la carrocería del automóvil y se
incrustó en él; consciente de ello, Castañeda reaccionó inmediatamente y trató infructuosamente
de volver a disparar, sin embargo, el arma se atascó. No había más que hacer,
la pistola quedó encasquillada. Con desesperación, nuevamente intentó accionar
el arma pero no ocurrió nada. Ante el hecho intentó huir desesperadamente,
pero finalmente fue alcanzado por elementos del estado mayor presidencial. En
un instante se encontró contra el piso y en pocos segundos ya lo habían
“echado” dentro de un auto. En el interior, con el auto andando, comenzó el
interrogatorio: ¿Por qué trataste de matarlo? ¿Quién te mandó? ¿Para quién
trabajas? Él sólo respondía por inercia ante la golpiza que le estaban
propinando, aduciendo que sus razones tenían que ver con la matanza del 2 de
octubre en Tlatelolco, que nadie lo había enviado y que era católico. Inmediatamente
después de ser detenido, el Estado Mayor Presidencial lo paseo por tres
lugares, primero en la Casa Museo de Venustiano Carranza, en la calle de Río
Lerma, en la colonia Juárez, después fueron a la Dirección Federal de Seguridad
(DFS) y finalmente al Campo Militar Número 1, en todo los sitios fue torturado.
Carlos
Castañeda relata: ''El comandante Nazar
Haro hizo que me bajaran los pantalones y con un cordón de hilo de cáñamo me
amarró los testículos y me dio un jalón muy fuerte; me dijo que rezara el
credo, así, hincado ( ...). Como no demostré miedo no me hicieron nada más
(...) Dijeron: 'no le tiembla la voz, está muy bien aleccionado', declaró
Carlos Castañeda de la Fuente al periodista de la Jornada Gustavo Castillo
García.
El elegido de Dios
En otra entrevista que realizó el periodista Eduardo
Monteverde, la cual incluye en su relato "Yo
intenté matar al Presidente", que fue publicada en el libro Lo peor del horror, relata Carlos
Castañeda lo siguiente:
“Primero me llevaron a la Federal de
Seguridad, a unas cuadras en la misma plaza. Me preguntaron ‘¿Quién te pagó,
mandó u ordenó?’ Nadie, les contesté. Luego me tuvieron diez días en el Campo
Militar Número 1. Fue cuando me dijeron que cómo quería morir, si quemado o
fusilado. Les respondí que en el paredón, como un último deseo. Me dijeron que
me agachara, me pusieron una pistola en la cabeza y les dije que eso no era
fusilar. No me temblaba ni la voz ni el pulso”.
Castañeda
relata que primero estuvo recluido durante tres años en una cárcel especial de
la secretaría de gobernación (en aquellos años Luis Echeverría ya era
presidente), durante este lapso, cuentan algunos ex empleados del hospital
psiquiátrico (ahora conocido como La Castañeda), comenzaron los trabajos en el Samuel Rodríguez Moreno. En un
principio se dijo que se trataba de un anexo especial para pacientes especiales del
nosocomio. Transcurridos los tres años, al parecer Carlos Castañeda fue trasladado en
estado inconsciente a su nueva morada: el pabellón 5. En ella, se acostumbró – o resignó- a la soledad. Sin embargo, para sorpresa suya, en julio de 1976 llegó al bunker,
para compartirlo con él, un hombre un poco mayor de edad que él apodado “La Tora”. tiempo después se
enteró quién era la Tora. Era de los reclusos que se trasladaron a diversos
centros después del cierre del Palacio Negro (Lecumberri). Según algunos
médicos, este sitio era conocido como “la granja” del Rodríguez Moreno y era un
sitio hermético para un loco desquiciado, asesino en serie y completamente
trastornado como él. Cuentan que cuando la Tora andaba suelto en Lecumberri,
todos los presos (más de 3000) protestaban por su alto grado de agresividad. Sin embrago, la
Tora murió en ése sitio en 1993. A pesar de que las autoridades estaban
conscientes de todo lo anterior, a Carlos Castañeda le tocó compartir el lugar
con éste personaje que cargaba con más de cien homicidios.
(Pabellón 5 del Rodríguez Moreno)
Por
otro lado, existe otra versión de su reclusión, y apunta que Carlos Castañeda
ingresó el 15 de julio de 1970 al hospital psiquiátrico campestre "Doctor
Samuel Ramírez Moreno" acusado de "tentativa de homicidio" y en
una primera etapa pasó dos mil 500 días en un cuarto de dos por dos metros en
el "Pabellón 5", espacio creado exclusivamente para pacientes que se
encontraban bajo resguardo federal.
En
un relato que Castañeda confesó a Monteverde dijo: “Realmente fue en el búnker donde me di cuenta que era profeta. En esa
tumba recordé el Apocalipsis, capítulo XXI, versículos 1 al 5, donde habla de
los 144 mil elegidos y elegidas del Dios santísimo. Me dije que era yo de
ellos, aunque sé que no soy Dios, pero hablo por su boca”.
El
expediente clínico de Castañeda era único por el conjunto de condiciones
expuestan en él: cuadro psicótico crónico, esquizofrenia, ideas delirantes del
tipo crónico y religioso. Además de creerse profeta, el enfermo aseguraba que
era asexual y condenaba la masturbación, aunque cuando salió del búnker, dicen
que mantuvo relaciones sexuales con muchos internos.
También al profeta le
tocó ser cobaya
La
situación de este personaje que casi se vuelve ídolo de muchos que detestaban a
Díaz Ordaz, la relata el escritor Fabrizio Mejía Madrid en su libro Salida de Emergencia. En un pasaje
titulado "Un hombre borrado", el
cual se relata en primera persona, como el receptor de los experimentos con
psilocibina y fenciclidina a los que fue sometido Castañeda:
“En febrero de 1971 me pusieron esa
inyección. Sentía torcidos los nervios de los pies y la mandíbula. Sentía
desesperación, tenía miedo, lloraba. Ocho horas duró el efecto. Me dieron medio
“Artane” porque me quitaba la ropa y me retorcía en una cobija en el suelo. En
cuatro horas me tranquilicé, pero después me sentí otra vez desesperado, con
miedo. El efecto me rebotó como durante un mes, pero iba disminuyendo lo que
sentía”.
“Oigo voces cuando no tomo los medicamentos.
Casi nunca hay y cuando hay los tiro a escondidas. Se dan cuenta y me los dan a
la fuerza como hace rato. Parece que gozan. Son una mortaja para el profeta”.
Además
de su historial clínico, en su expediente se encontraron dibujos pornográficos
que enviaba a Televisa, dirigidas a Gloria Trevi y Alejandra Guzmán: “Yo,
Carlos Francisco, te amo; ven Alejandra Guzmán. María Magdalena levanta tu
mano, enséñame”.
Tras
ocho años de continuos interrogatorios, en 1978, las autoridades quedaron
convencidas de que Castañeda actuó por cuenta propia, absolutamente solo, no
había una camarilla detrás de él para asesinar al presidente, o complot alguno que perseguir. Tras pasar muchísimos años encerrado en el mismo sitio, las
autoridades del psiquiátrico optaron por sacarle de “la granja”. Ya no estuvo
en aquella caja fuerte, pero siguió recluido en el mismo hospital. Fue en el
año de 1992, que la Comisión de Derechos Humanos se percató de que no había o
existía ningún proceso legal contra Castañeda, gracias a la actuación de la pasante
en Derecho Norma Ibáñez, Carlos Castañeda logró su libertad. Un año después, la
Secretaría de Gobernación borró todo su expediente. También se destruyó el
búnker. Algo que es curioso de destacar, es que la misma abogada Ibáñez, es la
que le volvió a encontrar pidiendo
limosna cerca de su lugar de trabajo.
(Carlos Castañeda en la actualidad)
Sin
más que hacer con él, salió libre el 23 de diciembre de 1993. Al día siguiente
pasó la Navidad con su hermano. Después de unos días, se fue de la casa sin despedirse.
Nunca más se volvió a saber nada de él, hasta hace pocos años, el 2004 para ser
exactos. Ahora que ha sido rescatada su historia en el documental El paciente
interno, dirigida por Alejandro Solar, su vida vuelve a ser tema de interés.
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