domingo, 13 de octubre de 2013

El hombre que intentó asesinar a Díaz Ordaz, un caso muy extraño




El hombre que intentó asesinar a Díaz Ordaz

El 5 de febrero de 1970, Gustavo Díaz Ordaz, presidente en turno de aquel sexenio a punto de concluir, casi fue blanco del ataque perpetrado por un solo hombre. Por increíble que parezca, el perpetrador de aquel intento de asesinato, hoy esta libre y es un indigente de 72 años que deambula por las calles de la colonia Cuauhtémoc en la ciudad de México y, para sobrevivir, pide limosna a los transeúntes. Su estado de salud ya no es muy bueno que digamos, sin embargo, y a pese a ello, es un hecho muy raro que aun este con vida después de intentar atentar contra la vida de un presidente, sobre todo en aquella época. 

Carlos Castañeda de la Fuente, un mecánico con 29 años de edad en aquel año de 1970, intentó asesinar al ex presidente Gustavo Díaz Ordaz un jueves 5 de febrero de 1970. Tras haber fallado en su intento, estuvo encerrado a “cal y arena” durante 23 años en un área especial del hospital psiquiátrico Doctor Samuel Rodríguez Moreno, dicha área era denominada “la granja”. Para ello, se construyó un sitio especial para su estancia en el psiquiátrico: el pabellón 5. Este hospital tenía apenas 3 años de haber sido construido en la Colonia Santa Catarina Yecahutzotl en la Delegación Tláhuac.

El magnicida o héroe –según se le quiera ver- se mantuvo casi siempre aislado, es decir, casi completamente solo en este sitio de 2 x 2 metros por el fallido intento de homicidio en contra Díaz Ordaz. Durante todo el tiempo que estuvo encerrado, se mantuvo con un férreo régimen de lecturas bíblicas. Según relata él mismo, recuerda haber estado leyendo día tras día los pasajes de la Biblia con la única excepción de los momentos en que fue sujeto de interrogatorio, vejaciones o torturas de la policía. Relata que el suplicio duró más de ocho años, además de los experimentos de los que fue objeto, o en el mejor de los casos, cobaya para probar distintas drogas que le fueron suministradas a la fuerza.

Carlos Castañeda cuenta que en un arrebato de enojo e impotencia, generado por la matanza ocurrida en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco y el Casco de Santo Tomás, trato de tomar venganza por la matanza y desaparición de muchos de estudiantes acaecida el 2 de octubre de 1968.

Castañeda consideraba que entre el discurso y la realidad del presidente Díaz Ordaz y su secretario de gobierno Luis Echeverría, existían muchas discrepancias. El hartazgo llegó a colmar su paciencia, porque decía que inclusive después de la matanza del 68, el cardenal Garivi Rivera hizo pública una felicitación al presidente de la república. Lo que sólo confirmaba la complicidad entre gobierno e iglesia, la cual siempre fue más cercana al régimen de Díaz Ordaz.

Las razones para fraguar el atentado, comenzaron a tomar forma desde 1968. Castañeda dice haber asistido a las manifestaciones sin ser parte activa en ellas, tan sólo un espectador y, por increíble que parezca, lo vio en ellas lo llevo a delinear en su mente las acciones necesarias para acabar con la vida de Díaz Ordaz. Más increíble resulta que el mismo Castañeda era priísta, pues se afilió al partido el 19 de mayo de 1961 con la credencial 5883 como miembro del sector popular.

Carlos  Francisco Castañeda de la Fuente nació el 2 de mayo de 1941. Era parte de una familia que estaba conformada por cuatro hermanos. Cuenta que en 1958, su madre Carmen de la Fuente murió de leucemia, y en 1963 su padre, Cástulo Castañeda falleció a causa del cáncer. Aparentemente su parto se adelantó y "nació en la calle golpeándose la cabeza". Desde niño se le describió como "tímido e introvertido, medroso y evasivo". Desde su infancia y hasta su aprehensión vivió en una vecindad de la colonia San Rafael, conviviendo con sus padres y hermanos hasta antes de 1968. Fuentes cercanas a la familia dicen que sus padres fueron cristeros. 

Debido a las carencias en casa no pudo continuar estudiando, por lo que no le quedó de otra mas que trabajar: primero en una tienda de abarrotes y más tarde en un taller mecánico.

Paso por su mente tomar los hábitos y dedicar su vida a la iglesia, por lo cual estudió inglés durante dos años en el Instituto Metropolitano, el cual estaba situado en la calle de Río Tiber. En 1967 y con 26 años, ingresó a la secundaria nocturna número 18. En 1968 conoció en esa escuela a otro estudiante de nombre Manuel Vázquez Montero, el cual era dirigente de Acción Católica de la Juventud Mexicana (ACJM). Fue él quien se ofreció para presentarle a un obispo que llegaría a las oficinas de la ACJM, con el objetivo de facilitar su ingreso a un seminario en el estado de Oaxaca. Sin embargo, Castañeda desistió ingresar al seminario, pues consideraba que “la Iglesia permite matar cuando es en beneficio de ella misma, aunque no lo promueve."


                                                                               (Expediente del caso)

Relata que la idea de matar al presidente "nació en él cuando leyó el libro denominado Héctor, que le fue regalado por Manuel Vázquez Montero, a efecto de que estudiara los antecedentes de la revolución cristera de 1926", según indicó en la declaración que Castañeda de la Fuente hizo ante la Dirección Federal de Seguridad, la extinta DFS.

Mostró el libro durante su comparecencia inicial, aclarando que los párrafos subrayados y marcados fueron hechos sólo por él.

Quedó asentado en su declaración: "consideró que el principal responsable de las matanzas ocurridas era en primer lugar el señor presidente de la República, pero que también tenían responsabilidad otros funcionarios del régimen. A partir de entonces comenzó a germinar en su mente la idea de asesinar al primer mandatario y, si lograba escapar, continuaría planeando y cometiendo iguales actos contra otros funcionarios, pensando que el siguiente podía ser cualquiera de los licenciados Luis Echeverría Álvarez o Alfonso Corona del Rosal, y posteriormente algún diputado o senador". Habría que recordar que “la cola” de acciones posteriores era muy común de la DFS.


                                                                                 (El arma que utilizó)

También dice haber acudido a las manifestaciones de 1968, en las cuales escuchó pedir la libertad de luchadores sociales y presos políticos como Demetrio Vallejo y José Revueltas, pero jamás tomando parte activa en los otros actos (Casco de Santo Tomás).

El detenido dijo "que le calaba muy hondo el problema social que entrañaba el movimiento, lo cual se agudizó cuando intentó de manera infructuosa inscribirse en el Instituto Politécnico Nacional", en la vocacional Wilfrido Massieu.

Este hombre que un día fue la noticia más sonada de aquellos tempestuosos días en febrero de 1970, en pocos meses fue literalmente borrado del mapa colectivo. Casi todo el expediente de este personaje, fue destruido o borrado parcialmente y no existen muchas pruebas: expedientes médicos parciales, fichas de ingreso ni nada acerca de sus tormentosos 23 años de aislamiento en aquel nosocomio. Hubo “línea” para borrar su existencia en éste país. Tuvieron que transcurrir 43 años para que su historia salga a la luz pública. Sin embargo, a pesar de estar en libertad, su condición de vagabundo, sólo ha servido para que pase desapercibida su historia.

Una mañana de febrero de 1970, Carlos Castañeda salió del departamento que ocupaba en el número 24 de la calle Velázquez de León número 80, en la colonia San Rafael alrededor de las 10:45 de la mañana. Ese día, el presidente Díaz Ordaz tenía programado un recorrido con motivo del 53 Aniversario de la Constitución. Él se enteró de ello esa misma mañana porque lo leyó en el periódico El Universal. En su relato, cuenta que había como 100 soldados, guardias presidenciales y mucha gente haciendo valla desde Insurgentes hasta el Monumento a la Revolución. En dicho recorrido, el entonces presidente, pasaría por el Hemiciclo a Juárez y el Monumento a la Revolución. En éste último sitio, Carlos Castañeda se apostaría para esperar el paso de Díaz Ordaz. Llevaba consigo un pequeño maletín de plástico en donde guardaba una pistola Luger calibre 38, la cual adquirió por 900 pesos con los ahorros de todo un año. En el maletín también se le encontró un documento o manifiesto de 6 hojas. Curiosamente, al salir de su departamento, Castañeda depositó en el buzón del correo, un "manifiesto" que contenía lo que ha su juicio, eran las razones para cometer aquel asesinato.  


Carlos Castañeda, un hombre con 79 kilos y 1.66 metros, se vio imposibilitado para quedarse en el Monumento a la Revolución debido a la excesiva cantidad de gente, lo cual le impedía tener una posición privilegiada como él había planeado, por que optó por colocarse en otro sitio: la esquina de Insurgentes y Gómez Farías. Cerca del mediodía, alrededor de las 11:45 de la mañana, cuando se acercaba lentamente un auto que él pensó que era en el que viajaba el presidente, y atrás de él, quizá toda su comitiva, se preparó. En aquel instante, Carlos Castañeda sintió subir la adrenalina, pues el auto iba acercándose cada vez mas. Se estaba haciendo realidad la oportunidad tan anhelada. Cuando el auto ya estaba frente a él, quizá sólo 8 metros le separaban de su objetivo, Carlos sabía que ese sería el momento –su momento- o nunca más podría volverle a tenerlo tan cerca. Dentro de su maletín accionó el arma y disparó su Luger contra el auto en el que Carlos Castañeda pensó que viajaba el presidente Díaz Ordaz. Se equivoco: en el auto contra el que disparó, viajaba el secretario de la Defensa, el general Marcelino García Barragán. El disparo pegó en la carrocería del automóvil y se incrustó en él; consciente de ello, Castañeda reaccionó inmediatamente y trató infructuosamente de volver a disparar, sin embargo, el arma se atascó. No había más que hacer, la pistola quedó encasquillada. Con desesperación, nuevamente intentó accionar el arma pero no ocurrió nada. Ante el hecho intentó huir desesperadamente, pero finalmente fue alcanzado por elementos del estado mayor presidencial. En un instante se encontró contra el piso y en pocos segundos ya lo habían “echado” dentro de un auto. En el interior, con el auto andando, comenzó el interrogatorio: ¿Por qué trataste de matarlo? ¿Quién te mandó? ¿Para quién trabajas? Él sólo respondía por inercia ante la golpiza que le estaban propinando, aduciendo que sus razones tenían que ver con la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco, que nadie lo había enviado y que era católico. Inmediatamente después de ser detenido, el Estado Mayor Presidencial lo paseo por tres lugares, primero en la Casa Museo de Venustiano Carranza, en la calle de Río Lerma, en la colonia Juárez, después fueron a la Dirección Federal de Seguridad (DFS) y finalmente al Campo Militar Número 1, en todo los sitios fue torturado.

Carlos Castañeda relata: ''El comandante Nazar Haro hizo que me bajaran los pantalones y con un cordón de hilo de cáñamo me amarró los testículos y me dio un jalón muy fuerte; me dijo que rezara el credo, así, hincado ( ...). Como no demostré miedo no me hicieron nada más (...) Dijeron: 'no le tiembla la voz, está muy bien aleccionado', declaró Carlos Castañeda de la Fuente al periodista de la Jornada Gustavo Castillo García.
                                                                              El elegido de Dios

En otra entrevista que realizó el periodista Eduardo Monteverde, la cual incluye en su relato "Yo intenté matar al Presidente", que fue publicada en el libro Lo peor del horror, relata Carlos Castañeda lo siguiente:

“Primero me llevaron a la Federal de Seguridad, a unas cuadras en la misma plaza. Me preguntaron ‘¿Quién te pagó, mandó u ordenó?’ Nadie, les contesté. Luego me tuvieron diez días en el Campo Militar Número 1. Fue cuando me dijeron que cómo quería morir, si quemado o fusilado. Les respondí que en el paredón, como un último deseo. Me dijeron que me agachara, me pusieron una pistola en la cabeza y les dije que eso no era fusilar. No me temblaba ni la voz ni el pulso”.

Castañeda relata que primero estuvo recluido durante tres años en una cárcel especial de la secretaría de gobernación (en aquellos años Luis Echeverría ya era presidente), durante este lapso, cuentan algunos ex empleados del hospital psiquiátrico (ahora conocido como La Castañeda), comenzaron los trabajos en el Samuel Rodríguez Moreno. En un principio se dijo que se trataba de un anexo especial para pacientes especiales del nosocomio. Transcurridos los tres años, al parecer Carlos Castañeda fue trasladado en estado inconsciente a su nueva morada: el pabellón 5. En ella, se acostumbró – o resignó- a la soledad. Sin embargo, para sorpresa suya, en julio de 1976 llegó al bunker, para compartirlo con él, un hombre un poco mayor de edad que él apodado “La Tora”. tiempo después se enteró quién era la Tora. Era de los reclusos que se trasladaron a diversos centros después del cierre del Palacio Negro (Lecumberri). Según algunos médicos, este sitio era conocido como “la granja” del Rodríguez Moreno y era un sitio hermético para un loco desquiciado, asesino en serie y completamente trastornado como él. Cuentan que cuando la Tora andaba suelto en Lecumberri, todos los presos (más de 3000) protestaban por su alto grado de agresividad. Sin embrago, la Tora murió en ése sitio en 1993. A pesar de que las autoridades estaban conscientes de todo lo anterior, a Carlos Castañeda le tocó compartir el lugar con éste personaje que cargaba con más de cien homicidios.


                                                                  (Pabellón 5 del Rodríguez Moreno)


Por otro lado, existe otra versión de su reclusión, y apunta que Carlos Castañeda ingresó el 15 de julio de 1970 al hospital psiquiátrico campestre "Doctor Samuel Ramírez Moreno" acusado de "tentativa de homicidio" y en una primera etapa pasó dos mil 500 días en un cuarto de dos por dos metros en el "Pabellón 5", espacio creado exclusivamente para pacientes que se encontraban bajo resguardo federal.

En un relato que Castañeda confesó a Monteverde dijo: “Realmente fue en el búnker donde me di cuenta que era profeta. En esa tumba recordé el Apocalipsis, capítulo XXI, versículos 1 al 5, donde habla de los 144 mil elegidos y elegidas del Dios santísimo. Me dije que era yo de ellos, aunque sé que no soy Dios, pero hablo por su boca”.

El expediente clínico de Castañeda era único por el conjunto de condiciones expuestan en él: cuadro psicótico crónico, esquizofrenia, ideas delirantes del tipo crónico y religioso. Además de creerse profeta, el enfermo aseguraba que era asexual y condenaba la masturbación, aunque cuando salió del búnker, dicen que mantuvo relaciones sexuales con muchos internos.

                                                               También al profeta le tocó ser cobaya

La situación de este personaje que casi se vuelve ídolo de muchos que detestaban a Díaz Ordaz, la relata el escritor Fabrizio Mejía Madrid en su libro Salida de Emergencia. En un pasaje titulado "Un hombre borrado", el cual se relata en primera persona, como el receptor de los experimentos con psilocibina y fenciclidina a los que fue sometido Castañeda:

“En febrero de 1971 me pusieron esa inyección. Sentía torcidos los nervios de los pies y la mandíbula. Sentía desesperación, tenía miedo, lloraba. Ocho horas duró el efecto. Me dieron medio “Artane” porque me quitaba la ropa y me retorcía en una cobija en el suelo. En cuatro horas me tranquilicé, pero después me sentí otra vez desesperado, con miedo. El efecto me rebotó como durante un mes, pero iba disminuyendo lo que sentía”.

“Oigo voces cuando no tomo los medicamentos. Casi nunca hay y cuando hay los tiro a escondidas. Se dan cuenta y me los dan a la fuerza como hace rato. Parece que gozan. Son una mortaja para el profeta”.

Además de su historial clínico, en su expediente se encontraron dibujos pornográficos que enviaba a Televisa, dirigidas a Gloria Trevi y Alejandra Guzmán: “Yo, Carlos Francisco, te amo; ven Alejandra Guzmán. María Magdalena levanta tu mano, enséñame”.

Tras ocho años de continuos interrogatorios, en 1978, las autoridades quedaron convencidas de que Castañeda actuó por cuenta propia, absolutamente solo, no había una camarilla detrás de él para asesinar al presidente, o complot alguno que perseguir. Tras pasar muchísimos años encerrado en el mismo sitio, las autoridades del psiquiátrico optaron por sacarle de “la granja”. Ya no estuvo en aquella caja fuerte, pero siguió recluido en el mismo hospital. Fue en el año de 1992, que la Comisión de Derechos Humanos se percató de que no había o existía ningún proceso legal contra Castañeda, gracias a la actuación de la pasante en Derecho Norma Ibáñez, Carlos Castañeda logró su libertad. Un año después, la Secretaría de Gobernación borró todo su expediente. También se destruyó el búnker. Algo que es curioso de destacar, es que la misma abogada Ibáñez, es la que le volvió  a encontrar pidiendo limosna cerca de su lugar de trabajo.


                                                                    (Carlos Castañeda en la actualidad)

Sin más que hacer con él, salió libre el 23 de diciembre de 1993. Al día siguiente pasó la Navidad con su hermano. Después de unos días, se fue de la casa sin despedirse. Nunca más se volvió a saber nada de él, hasta hace pocos años, el 2004 para ser exactos. Ahora que ha sido rescatada su historia en el documental El paciente interno, dirigida por Alejandro Solar, su vida vuelve a ser tema de interés.

 Fuentes: La Jornada, Gustavo Castillo García, Alejandro Solar, Juan Soto Ramírez, "Locura y delito, los imputables" de Sergio García Ramírez. 

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