jueves, 3 de enero de 2013

La institución cultural y sus rezagos


Algunas tareas primordiales de las dos nuevas administraciones de cultura (estatal y municipal), aunadas a la federal que se sumó hace poco, deberán apuntar a evitar el favoritismo a un reducido número de artistas, rehuir la presencia de una impenetrable “prosapia o nobleza cultural”, poner especial interés en la formación y difusión de forma más equitativa e inclusiva, de toda la troupe de artistas y creadores que transitan por éste estado y país.

Es un hecho, que a casi un año de la extinción del Instituto de Cultura de Yucatán -para fortuna de muchos y tristeza de algunos-, que ahora contemos con una Secretaría de la Cultura y las Artes, la cual esperamos con votos renovados, se ocupará con eficiencia de todas las carencias en la formación, promoción y la difusión cultural en nuestro Estado. Estamos apostando y deseando, que no sólo se trate de una mutación meramente nominal, sino de una transformación cualitativa, que tanto urge al estado y de la cual, el jefe del ejecutivo, deberá encabezar de manera fundamental cada una de sus acciones.

A final de cuentas, la cultura —que es un asunto y patrimonio del conjunto de quienes conformamos esta sociedad, o de este macro de sociedades que aglutina el “Estado”, debe de constituir el prodigio plural, del que todos participemos, ya sea como creadores o receptores, o quizá como promotores o administradores de la misma. Las diferentes expresiones de cultura -en toda la extensión de la palabra,- son al fin y al cabo, la exteriorización de una o muchas formas de ser y de hacer, ya sean nativas o productos derivados de procesos de transculturización. Esta declaración—individual o colectiva, marginal o fundamental— es la razón de ser, que debe promover cualquier institución cultural que funge de garante: la administración necesaria y oportuna para la formación, difusión, el fomento y la promoción de cualquier producto o proceso cultural, el cual deberá ser absolutamente transparente, eficiente y completamente justo, amen del oportuno pago a los artistas, maestros y creadores que la hacen posible día con día. Es urgente erradicar la apología del “no ha salido el pago”.

Y hago énfasis en el “debe ser” —imperativa y categóricamente— porque muchos ciudadanos y artistas, están hartos de los consabidos favoritismos, los intereses creados, las acciones verticales y prepotentes, la soberbia, la arrogancia y la arbitrariedad fraguados desde hace muchos años, bajo el amparo de algunas instituciones nombradas “culturales”, cuando en realidad no han sido otra cosa, sino supuestos feudos gobernados por pequeños soberanos ególatras, que han hecho lo que les ha venido en gana durante sus mandatos, olvidándose de la cultura y de la sociedad a la que sirven o debieran servir. Y, para hacer evidente su concepción absolutista de su “autoridad”, estos “señores feudales”, suelen  designar qué artistas son incluidos y quienes no. Todo ello, muy al estilo “de las intrigas palaciegas”. Hay disciplinas que se van han quedando rezagadas, (como la ronda de las estatuas de marfil), debido a que quienes debieran hacerlas crecer -lo que implica trabajo e innovación- siguen en su zona de confort, viven en el país del “Mr President, culture is priceless, but it does come at a cost: Me”. (Señor Presidente, la cultura no tiene precio, pero sí un coste: Yo).

Esta élite de “funcionarios de la cultura”, son ya del todo insostenible. Ninguna sociedad se merece este chasco, encima de todo lo que tiene que soportar en su vida cotidiana. Tampoco ningún artista tiene que verse constantemente relegado y marginado, por la preferencia que a otros “elegidos” se les dispensa desde las alturas de estos “oráculos culturales”. El país, sufre demasiados problemas de toda índole, como para además, cargar con una “clase cultural” que encima de no hacer su trabajo, honestamente y como es debido, quiere darse aires o ínfulas de nobleza inalcanzable e indulgente. ¿La cultura trabaja para la administración o la administración para la cultura? ¿El huevo o la gallina?

Sin embargo, para respiro de la sociedad y las instituciones, aun hay excepciones por fortuna. Sí, pero por desgracia, no están al frente de puestos de mando y con poder de decisión. “No todo está perdido” reza el dicho-cliché, pero sin desestimar las palabras de muchos, creo que llegó la hora de “hacer” lo que a cada quién le corresponda para alcanzar la transformación tan deseada, y no hablo de esa que raya en la utopia, hablo de una real y acorde a las necesidades que se tienen que atender de manera urgente, de esas que ya no se pueden postergar más. Señoras y señores: el duende se salió de la botella y no halla como regresar a ella, por lo tanto, llegó la hora de apuntalar y promover nuevos modelos de institución cultural que se adecuen al entorno y los tiempos actuales. ¿Habrá que llamar al 911 dado el chico-tamaño de la emergencia? ¿Seguimos jugando malabares con granadas? o nos esperamos un poco más y lo velamos…

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