Algunas tareas primordiales de
las dos nuevas administraciones de cultura (estatal y municipal), aunadas a la
federal que se sumó hace poco, deberán apuntar a evitar el favoritismo a un
reducido número de artistas, rehuir la presencia de una impenetrable “prosapia
o nobleza cultural”, poner especial interés en la formación y difusión de forma
más equitativa e inclusiva, de toda la troupe de artistas y creadores que
transitan por éste estado y país.
Es un hecho, que a casi un año de
la extinción del Instituto de Cultura de Yucatán -para fortuna de muchos y
tristeza de algunos-, que ahora contemos con una Secretaría de la Cultura y las
Artes, la cual esperamos con votos renovados, se ocupará con eficiencia de todas
las carencias en la formación, promoción y la difusión cultural en nuestro
Estado. Estamos apostando y deseando, que no sólo se trate de una mutación
meramente nominal, sino de una transformación cualitativa, que tanto urge al estado y de la cual, el
jefe del ejecutivo, deberá encabezar de manera fundamental cada una de sus
acciones.
A final de cuentas, la cultura
—que es un asunto y patrimonio del conjunto de quienes conformamos esta
sociedad, o de este macro de sociedades que aglutina el “Estado”, debe de
constituir el prodigio plural, del que todos participemos, ya sea como creadores
o receptores, o quizá como promotores o administradores de la misma. Las
diferentes expresiones de cultura -en toda la extensión de la palabra,- son al
fin y al cabo, la exteriorización de una o muchas formas de ser y de hacer, ya
sean nativas o productos derivados de procesos de transculturización. Esta
declaración—individual o colectiva, marginal o fundamental— es la razón de ser, que debe promover
cualquier institución cultural que funge de garante: la administración
necesaria y oportuna para la formación, difusión, el fomento y la promoción de
cualquier producto o proceso cultural, el cual deberá ser absolutamente
transparente, eficiente y completamente justo, amen del oportuno pago a los artistas,
maestros y creadores que la hacen posible día con día. Es urgente erradicar la apología
del “no ha salido el pago”.
Y hago énfasis en el “debe ser” —imperativa y
categóricamente— porque muchos ciudadanos y artistas, están hartos de los
consabidos favoritismos, los intereses creados, las acciones verticales y
prepotentes, la soberbia, la arrogancia y la arbitrariedad fraguados desde hace
muchos años, bajo el amparo de algunas instituciones nombradas “culturales”,
cuando en realidad no han sido otra cosa, sino supuestos feudos gobernados por
pequeños soberanos ególatras, que han hecho lo que les ha venido en gana durante
sus mandatos, olvidándose de la cultura y de la sociedad a la que sirven o
debieran servir. Y, para hacer evidente su concepción absolutista de su
“autoridad”, estos “señores feudales”, suelen designar qué artistas son incluidos y quienes no. Todo ello,
muy al estilo “de las intrigas palaciegas”. Hay disciplinas que se van han
quedando rezagadas, (como la ronda de las estatuas de marfil), debido a que
quienes debieran hacerlas crecer -lo que implica trabajo e innovación- siguen
en su zona de confort, viven en el país del “Mr President, culture is priceless,
but it does come at a cost: Me”. (Señor Presidente, la cultura no tiene precio,
pero sí un coste: Yo).
Esta élite de “funcionarios de la
cultura”, son ya del todo insostenible. Ninguna sociedad se merece este chasco,
encima de todo lo que tiene que soportar en su vida cotidiana. Tampoco ningún
artista tiene que verse constantemente relegado y marginado, por la preferencia
que a otros “elegidos” se les dispensa desde las alturas de estos “oráculos
culturales”. El país, sufre demasiados problemas de toda índole, como para
además, cargar con una “clase cultural” que encima de no hacer su trabajo,
honestamente y como es debido, quiere darse aires o ínfulas de nobleza
inalcanzable e indulgente. ¿La cultura trabaja para la administración o la
administración para la cultura? ¿El huevo o la gallina?
Sin embargo, para respiro de la
sociedad y las instituciones, aun hay excepciones por fortuna. Sí, pero por
desgracia, no están al frente de puestos de mando y con poder de decisión. “No
todo está perdido” reza el dicho-cliché, pero sin desestimar las palabras de
muchos, creo que llegó la hora de “hacer” lo que a cada quién le corresponda
para alcanzar la transformación tan deseada, y no hablo de esa que raya en la utopia,
hablo de una real y acorde a las necesidades que se tienen que atender de
manera urgente, de esas que ya no se pueden postergar más. Señoras y señores:
el duende se salió de la botella y no halla como regresar a ella, por lo tanto,
llegó la hora de apuntalar y promover nuevos modelos de institución cultural
que se adecuen al entorno y los tiempos actuales. ¿Habrá que llamar al 911 dado
el chico-tamaño de la emergencia? ¿Seguimos jugando malabares con granadas? o
nos esperamos un poco más y lo velamos…
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