“Este burdel no es una Ópera”
La Flauta Mágica y Otto Klemperer
-Estaba Klemperer dirigiendo los ensayos de la Flauta Mágica y entre ensayo y ensayo, se dedicaba a acosar a las sopranos que interpretaban a los geniecillos. El director del teatro de la ópera fue a decirle algo, pero se puso nervioso (Klemperer intimidaba mucho) y en vez de "Maestro, esta ópera no es un burdel" le dijo "Maestro, este burdel no es una ópera".
A lo que Klemperer repuso..."¿Cómo? ¿no es una ópera? entonces me voy", y se fue. Una muy mala noticia.
La rivalidad entre directores
En Italia existe una rivalidad histórica entre Riccardo Muti y Claudio Abbado. Una rivalidad que el ingenio popular se ha encargado de mantener vivo a través de diversas historias. Hay una de ellas en la cual Muti le jura a Abbado que la propia Virgen de la Catedral del Parma lloró de un modo inconsolable cuando él dirigió allí la Misa de Cherubini. "Ahora lo entiendo todo", responde entonces su colega. "Porque cuando yo dirigí la Misa Solemnis de Beethoven en la misma catedral, hubo un momento en que Cristo bajó de la cruz, me dio un abrazo y me dijo: Eso sí es dirigir, y no como el tipo de la melena negra, que la hizo llorar a mi madre."
La llamada de un músico para audicionar en la Sinfónica Nacional.
Un violinista, el cual argumentaba que buscaba una audición en la Orquesta Sinfónica Nacional, en repetidas ocasiones llamó vía telefónica a las oficinas de la orquesta.
- "Lo siento, el maestro Chávez ha muerto", le respondían.
El músico volvió a llamar en varias ocasiones, obteniendo siempre la misma respuesta. Al final, la voz al otro lado del teléfono le preguntó por qué seguía llamando.
- "Es que me gusta oírlo", contestó.
Las palabras de ánimo de John Barbiroli
"Uno de los integrantes de la orquesta Hallé, dirigida por sir John Barbiroli, tuvo un romance con una cantante y su mujer se enteró. La esposa fue a visitar a sir John con objeto de solicitarle ayuda. El legendario director siguió amablemente la narración de la señora y, una vez hubo terminado, intentó encontrar palabras reconfortantes para ella: "-Señora, no se preocupe, su marido está tocando mejor."
El caso de Vivaldi
En cierta ocasión, Vivaldi, interpretó algunas obras para un obispo que no paraba de hablar, finalmente, Vivaldi dejo de ejecutar al violín y dijo: Cuando el Obispo habla, todos deben callar.
El padre de Leonard Bernstein
"El padre de Leonard Bernstein fue siempre muy criticado por no haber potenciado el fascinante talento de su hijo, compositor, entre otros muchos títulos, del famoso musical West Side Story". - ¿Cómo demonios iba yo a saber -se defendía a menudo el padre-que cuando creciera se convertiría en Leonard Bernstein?"
El romance de sir Thomas Beecham
"La hermana de sir Thomas Beecham, el gran director de orquesta, tenía una amiga llamada Utica Welles. Un día salieron a pasear juntos y Beecham le dijo: "-No me gusta su nombre de pila. Quisiera cambiarlo. "-No puede cambiarlo -respondió la joven-,pero sí puede cambiar mi apellido. "Y así fue: al poco tiempo se casaron."
Schnabel y su público
Una señora muy anciana que se hallaba en primera fila dormía a pierna suelta durante uno de los recitales del pianista austriaco Schnabel. La dama despertó cuando la ovación que se desató tras la ejecución del maestro se hizo unánime. Schnabel se aproximó adonde estaba la señora y se disculpó: “Es el aplauso, madame. Yo he tocado con toda la suavidad que he podido.”
Sobre Glenn Gould
"Lo que ocurre entre mi mano izquierda y mi mano derecha es un asunto privado que no le importa a nadie". Así zanjaba Glenn Gould en 1974 la pregunta del periodista Jonathan Cott sobre la célebre postura que adoptaba frente al piano. Flexionado como un feto en el útero materno, Gould (Toronto, 1932-1982) se sentaba sobre una silla de madera paticorta (construida para él por su padre) que dejaba su nariz a ras del teclado.
Crítico y compositor
Hugo Wolff, compositor de numerosas canciones hoy muy bien consideradas, ejerció como crítico musical. En esta faceta era especialmente virulento, duro y agresivo. Esto le acarreaba problemas con sus colegas. Uno de estos problemas lo tuvo con Arnold Rosé, director de la Orquesta Filarmónica de Viena (cuyos programas calificaba Wolff de “rancios”) cuando le entregó un Cuarteto con la intención de que se ejecutase. Rosé aprovechó la ocasión y no aceptó la obra, enviando esta nota al autor: “Hemos examinado atentamente su Cuarteto para cuerdas en Re menor, y hemos resuelto por unanimidad dejar su obra en manos del portero de la Ópera. ¿Quiere tener la bondad de retirarlo cuanto antes? Es muy fácil que ese hombre lo extravíe. Con los más cordiales saludos”.
A pesar de la exquisitez con que fue escrita la respuesta. la intención era auténticamente venenosa. Claro que si el señor Wolff era tan radical y violento en sus comentarios, no es extraño.
Sin canciones apropiadas para prestar
Johannes Brams tuvo que acceder en cierta ocasión a recibir la visita de una cantante a la que él consideraba bastante mediocre.
La intención de la joven intérprete era que el genial músico le cediera una de sus composiciones para poder adjuntarla en su repertorio.
-En estos momentos ninguna de las que tengo escritas es apropiada para usted, por lo que deberá esperar un poco.
Ante la insistencia de si tendría que esperar mucho tiempo, Brahms contestó:
-No se lo puedo decir, pero las únicas canciones que le prestaría son mis canciones póstumas. Así tendré la seguridad de no oírselas cantar.
Aplausos “reales” para Lennon
En 1963, durante un concierto benéfico de The Beatles en el London Palladium y al que acudió la familia Real Británica, John Lennon pidió al público asistente que los acompañaran:
-Los de las localidades más baratas que den palmas, los demás simplemente muevan sus joyas.
Fuente de inspiración
Durante una entrevista al célebre compositor estadounidense Cole Porter, el periodista le preguntó sobre qué era lo que más inspiraba al músico o si tenía algún ritual para convocar a las musas. El músico contestó:
-Mi única fuente de inspiración es una llamada telefónica de un productor.
Genio y figura hasta la sepultura
El compositor Emilio Arrieta poseía un sentido del humor a prueba de casi cualquier circunstancia, incluida la proximidad de su propia muerte.
Precisamente el día anterior a que sucediera ésta lo pasó tumbado en la cama, charlando despreocupadamente con varios colegas.
Llegó otro de sus amigos en ese momento y cortésmente le preguntó cómo se encontraba, a lo que Arrieta respondió divertido:
-Pues bastante mal, amigo mío. Tan mal me encuentro que, si al amanecer me comunican que he fallecido, no me extrañaría lo más mínimo.
Un músico poco virtuoso
Una noche el compositor francés Théodore Dubois había prometido asistir a una audición de un pianista aficionado desprovisto de todo virtuosismo, pero provisto de una considerable fortuna.
Dubois llegó cuando el concierto había empezado y no le permitieron entrar en la sala.
-Pueden dejarme pasar, no haré ruido.
Pero el portero, muy serio, contestó:
-Piense, señor, que si abro la puerta querrán irse los que están dentro.
Compositor de copia y pega
Un joven músico fue a visitar al compositor Charles Camille Saint-Saëns para que éste valorase una de sus composiciones. La obra resultó ser una vulgar copia de “El cisne”, escrita por el mismo Saint-Saëns. Tras finalizar, el muchacho le preguntó:
-¿Cómo la titularía, maestro?
-La oca – replicó él sin inmutarse.
Repentino ataque de pánico antes de actuar
Ante su debut en un prestigioso teatro, el joven pianista, de tan solo 20 años, Vladimir Horowitz tuvo un repentino ataque de pánico y se negaba a salir a actuar. Tras comentar su angustioso estado al gerente del local, éste le dijo que si no pensaba tocar debería salir y dar alguna excusa al público presente. Horowitz salió a escena, se colocó frente al respetable y se dio cuenta que no podía articular palabra, por lo que prefirió tocar el piano antes que tener que hablar. Según las críticas fue uno de los mejores conciertos que dio en su vida.
Las tres cosas preferidas de Gluck
Christoph Willibald von Gluck, el ilustre compositor de la ópera Orfeo y Eurídice, adoraba el dinero y la buena comida, cosa de la que no se avergonzaba a la hora de contarlo.
En cierta ocasión alguien le preguntó:
—Maestro, ¿qué es lo que preferís en el mundo?
—Tres cosas: el dinero, el vino y la gloria.
— ¿Cómo? Para vos, un músico, ¿la gloria viene después del dinero y del vino? No sois sinceros…
—Pues es bien sencillo… con el dinero compro vino, el vino despierta mi genio y éste me trae la gloria.
Una demostración de amistad sincera
En cierta ocasión el genial compositor Richard Wagner envió una carta a su buen amigo, el filósofo Friedrich Nietzsche. En ella y como muestra de amistad le decía:
-Mi querido amigo, está usted en mi corazón, entre mi mujer y mi perro.
La reencarnación de Toscanini
Tras un nefasto ensayo, el prestigioso director de orquesta Arturo Toscanini se dirigió a sus músicos y les dijo amenazante:
-¡¡Después de morir me reencarnaré en el portero de un burdel y no dejaré entrar a ninguno de ustedes!
El bastón de Jean Baptiste Lluly
Una anécdota de él, tal vez la más famosa sea la de Jean Baptiste Lully, quien dirigía la orquesta marcando el compás en el suelo con un pesado bastón y en un momento se golpeó el pie derecho, muriendo finalmente de gangrena, motivo por el cual el bastón pasó a ser reemplazado por la inofensiva batuta.
El enojo de Karajan
Karajan interrumpió un ensayo con su Filarmónica de Berlín para decirles: "...estropean ustedes todos mis sueños. Me gustaría atarles a todos, rociarles con gasolina y prenderles fuego aquí mismo..."
Celibidache: ¿Maestros o músicos?
En una ocasión el maestro interrumpió un ensayo con la Orquesta de la RTVE para dirigirse (de mala manera, como era habitual en él) a un o de los músicos. De pronto un ayudante se dirigió al director y le dijo:
- Perdone, maestro, los miembros de la orquesta no son "músicos". Son "maestros", y así les gusta ser tratados.
A lo que Celibidache contestó:
-Efectivamente, no son "músicos", porque si fueran músicos no tocarían tan mal.
El Boicot a Pierre Boulez
- Gerd Seifert, grandioso concertino de trompa, boicoteó a Pierre Boulez durante sus ensayos en Bayreuth haciendo que la orquesta cambiara el pasaje del encuentro entre Sigfrido y Brunilda, por el comienzo del concierto para violín de Max Bruch (ambos comienzan en Sol). Pierre Boulez tardó casi dos compases en darse cuenta del cambiazo y la orquesta le perdió el respeto.
El encuentro de Otto Klemperer y Thomas Beecham
- Otto Klemperer contaba algo así como: "...el otro día coincidí con Thomas Beecham en el ascensor de un hotel. Le dije que había asistido a concierto de la velada anterior y que estaba admirado de que tocase exactamente igual que hace 20 años, ¡Y se lo tomó como un cumplido!"
El flautín en el funeral
George Szell mientras ensayaba una sección del funeral del Sigfrido del Götterdammerung, notó que el flautín de la orquesta desafinaba y le dijo: ¡No se equivoque, es el funeral de Sigfrido no el cumpleaños!
El mal carácter de Simón Blech
Existe una anécdota que pinta de cuerpo entero a un gran músico y director ya fallecido: Simón Blech. Todos los que estuvieron bajo su batuta, sabían de su mal carácter en el podio, pero no hay duda de que por sus conocimientos y arte era muy respetado. Durante un ensayo para un concierto, Blech les pidió a los contrabajos que vibraran cierta nota. Al parecer los contrabajos no le hacían caso, ya que se volvía a pasar el mismo sitio de la partitura una y otra vez, y siempre lo mismo. En un momento dado, el director centró su furia contra uno de los contrabajistas (que ahora es el solista de una orquesta muy importante). Simón Blech le espetó:
- "¡Vibreeeeeeee!"
Su voz sonaba a Júpiter, detonante. A esto, el contrabajista respondió, tímidamente:
- "Maestro, tengo el Sol al aire..."'
y Blech, sin esbozar ni una sonrisa, le contestó rápidamente:
- "¡Si lo tiene al aire, tápelo!"
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